Somos los jóvenes viejos. Los viejos jóvenes. Los que rebasamos ligeramente la barrera de las cuatro décadas y empezamos as ser «caros» y «fósiles» prematuros en el negocio; cualquiera que sea el negocio.
Es raro vivirlo, y asumirlo. Ahora, a mis 41 años, me parece que veo la vida y el «negocio», de una manera más clara, o por lo menos, las prisas, las histerias y la ansiedad de hace algunos años, empiezan a quedar atrás. Siempre seré un creyente fiel en las nuevas generaciones, hay muchísimo talento en estos niños iPod-iPad; aprendemos mucho de ellos, pero siempre les criticaré que (salvo algunas excepciones), leen e investigan menos y creen que se inventaron la rueda (quizás sea por tu culpa Zuckerberg). Se necesita el empuje de la juventud (los chicos iPod-iPad), la experiencia de los jóvenes viejos (o viejos jóvenes) y escuchar a los veteranos (de 50, 60, 70 u 80 años) para tener cierta distancia sobre el oficio, la vida, o el negocio (repito, cualquiera que este sea). Pero en esta parte del mundo, de este lado del globo, en todo el continente americano, nos buscan más jóvenes y más baratos. Pero no seremos Forever Young, canción que acompaña de manera perfecta este post.
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