Tuve mi primer ataque de ansiedad (o pánico) en diciembre de 2015, pero solo hasta finales de enero de 2016, después de que mis exámenes médicos demostraron que mi corazón estaba bien, comencé a aceptar la posibilidad de que mi cerebro estaba fabricando una una película de terror que me hacía sentir que bordeaba el abismo de la locura –eso ya se los conté en este post–. Desde ese día, cuando acepté que mi problema era mental y no físico, empecé a preguntarme: ¿cómo demonios puedo detener los ataques de ansiedad si se presentan? ¿Cómo puedo ‘entrenarme’ para minimizar su golpe en el hígado? ¿Debo pelear contra ellos o cuál puede ser la mejor táctica? Después de más de un año y medio de lecturas, de crisis leves y severas, de activas pláticas y sesiones con mi psiquiatra, la doctora ‘G’, he encontrado ciertas ayudas para disminuir el estallido de los ataques.
Comencemos por dos de ellas (incluiré más en los siguientes días). Pero reitero que: A) No hay una fórmula secreta e infalible, B) Todas estas rutinas requieren de nuestra paciencia y demandan práctica, C) No soy médico, ni psiquiatra, ni maestro espiritual (que los hay), solo soy un periodista que sufre de ataques de ansiedad y ha encontrado ayuda al practicar lo que leerán en las próximas líneas.
Tan simple (y hermoso) como respirar
Hasta hoy no he hallado una ‘tecnica’ más efectiva para bajar la intensidad de mis ataques de ansiedad que entregarme al poder increíble de la respiración. Se supone que respiramos todos los días, a cada momento, pero, ¿en realidad nos damos cuenta de que lo hacemos? ¿Agradecemos por respirar? Cuando sientan los primeros avisos del ataque (la opresión en el pecho, la supuesta asfixia, el inventado mareo, el terror a la pared blanca o al ruido del trueno), primero, no luchen contra él, no se trata de una contienda de karate. Si luchan, lo más probable es que pierdan el combate. Acéptenlo. Si pueden, túmbense en el piso o en la cama, y respiren. Inhalen lentamente por la nariz, lleven el aire hasta al abdomen, ínflenlo como si fuera un pequeño globo, y luego exhalen, como si el globo se estuviera desinflando. Es más fácil si lo ven en este par de videos. A mí me han servido ambos. Este ejercicio nos invita a conectarnos con el momento presente y a concentrarnos en ese dulce ‘viento’ que entra y sale. Se trata de abandonar por un rato la historia que fabrica nuestra mente para centrarnos en el cuerpo. El cerebro quiere engañarnos, el cuerpo nos da certeza. ¡No se desanimen si las primeras veces que lo intentan no logran los mejores resultados! ¡Practiquen, lo van a lograr!
La chica del siguiente video propone respirar con las manos cruzadas sobre el pecho. Funciona, pero, si sienten que el corazón les late a mil por segundo, les recomiendo que mejor pongan sus manos en el abdomen o las extiendan, con las palmas hacia arriba, en la que se conoce como la ‘Postura del muerto’
Y esta meditación la pueden hacer en la oficina o en sus lugares de trabajo para relajarse un poco, para limpiar la mente y ayudar a que la ansiedad se mantenga a raya, Kim Eng les dirá qué hacer.
La fuerza de estar activos
Si ya se practicaron los exámenes físicos de rigor, si el internista y el cardiólogo y los especialistas consultados les dijeron que todo está bien con sus cuerpos, entonces, al sentir que el ataque de ansiedad se aproxima, no lo esperen en cama con las persianas cerradas. Muchas veces, cuando la señorita anxiety toca la puerta de mi cerebro logro escapar de sus garras saliendo de casa a dar un paseo, caminando de prisa. Muchas veces me he puesto los ‘cortos’ y he salido a trotar. Casi siempre, al final de la caminata o de la carrera, el ataque se ha ido, o al menos luce débil, agotado, sudoroso y me deja en paz. La mayoría de médicos y psiquiatras nos aconsejan a sus queridos pacientes ansiosos que hagamos deporte y lo practiquemos varias veces a la semana. Sirve mucho. Como lo dicen en Runners.es, ‘Correr genera endorfinas y te hace feliz‘. Para muchos, correr es una forma de meditación (sí que lo es, revisen este enlace). Basado en mi propia experiencia les sugeriría no salir a correr como corceles salvajes y con ira en la sangre, no corran con enfado queriendo derrotar a la señorita anxiety en un duelo de velocidad. Corran o troten por la simple experiencia de correr o trotar. El maestro del arte de correr siempre será el señor del video (Run, Forrest, run!). Qué grande es Tom Hanks.
Buen fin de semana para todos y, si la ansiedad llega, no la insulten, no maldigan, respiren; pueden practicar lo escrito aquí. Recuerden, que no estamos solos, somos millones los que jugamos en el Ansiedad Fútbol Club, y vamos a ganar el campeonato. Si son nuevos en esto, la mejor recomendación que les puedo dar es: vayan donde su psiquiatra, él (o ella) los va ayudar, especialmente si necesitan algún tipo de medicación. Pero, al final, más allá de nuestros psicoterapeutas y las medicinas, los únicos que podremos cambiar lo que nos pasa somos nosotros (apóyense en la gente a la que aman; y en la gente que los ama).
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