No fui estrella de rock and roll, ni presidente de la nación. Me volví grande una madrugada de enero de 1997 cuando, en medio de un demoníaco ataque de tos, acompañado de un tapón de mocos-plastilina que me impedían respirar, comprendí que estaba abandonado a mi suerte en un fría ciudad llamada Bogotá, lejana del calor con olor a bus Papagayo Ruta 6 de mi ciudad natal, Cali. Grité: «¡mami; mamita, mamá! Me ahogo», pero mi vieja no vino al rescate de su único hijo. Nos separaban centenares de kilómetros –media hora en avión–. Entendí que tendría que sobrevivir solo, sin ayuda de la mujer que me expulsó al mundo en un acto de profunda insensatez (con lo cómodo que estás en el líquido amniótico). Por la ventana vi llegar la gris mañana capitalina mientras me tomaba una lemon-aguaepanela y me frotaba Vick VapoRub en el pecho.
Sobreviví. Mi vieja ni se enteró. A mi novia no se lo conté. Pero empecé a entender que una de las principales compañeras de todo ser «grande» es la soledad. Si sos grande tenés que arreglártelas solo, como sea. Vos contra vos. Vos estás a cargo. Cuentas por pagar. Líquidos vitales por controlar. Lunares nuevos. Muchas horas de oficina y de infernal estupidez… No era tan fácil, mi querido Miguel, como en tu canción (no creo que yo sea el sueño de mamá y papá). Por ahora nadie ha apretado el botón, pero tumbaron las torres de Manhattan (y al Uribito lo metieron a la cárcel). La canción de hoy, por supuesto, tiene que ser esa, Cuando seas grande, del álbum Solos en América, de Miguel Mateos, a quien ayer en la noche, después de muchísimos años, pude apretarle la mano por unos segundos, a manera de agradecimiento por aquellas buenas canciones que compuso; canciones que nos hicieron soñar a finales de los ochenta y a principios de los noventa. Ahora, en sus nuevos álbumes (que nunca llegaron a Colombia), hay varios temas, nada pretenciosos, sencillos, guitarreros, directos, que suenan mejor que mucha de la ‘novedosa’ basura que se escucha hoy en la radio. Soy un grande (que aún se encomienda a los poderes sagrados del Vick VapoRub). Un papá, un esposo, un tipo aburrido y a veces desesperanzado, uno que nunca dejará de soñar con ser estrella de rock and roll. Cada día «camino la ciudad (…) sin molestar a nadie».
PD: Recomendado, también, el más reciente en vivo de Miguel: Primera Fila.
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